(19/07) Hoy hemos vuelto a Regina Pacis después de 4 días fuera. Las niñas nos han recibido muy bien, contentas de vernos…Lo malo es que mañana volvemos a salir de viaje a Gujarat, para luego ir desde allí en tren a Delhi. Claro que queremos conocer el país, sacar fotos y un poco de “turisteo”, pero las niñas son las niñas. Y sobre todo para las cooperantes a las que menos tiempo les queda aquí…
(20/07) Al día siguiente salimos a Gujarat, madrugando también para coger el tren de las 5. Han sido 5 horas y media de viaje, que nos hemos pasado la mayor parte durmiendo, o intentándolo. Al llegar ya había una Hermana esperando en la estación. Nos ha llevado a la casa, que también es internado, ¡donde viven 200 niñas, con sólo 5 religiosas! Después de haber comido y descansado, una de las Hermanas nos ha enseñado el recinto, y en el gran patio que tiene, hemos estado bailando un buen rato con las niñas. Primero han sacado unos tambores y panderetas y se han puesto a tocar, mientras el resto se animaba bailando, y cada vez eran más. Formaban grupos, agarrándose por la cintura y moviendo los pies en unos pasos bastante simples. Luego nos ha tocado unirnos a nosotras, claro. Lo hemos pasado muy bien ese rato aunque al final estábamos cansadas. Y para terminar, les hemos enseñado a bailar “la Macarena”, que es el baile al que siempre recurrimos, el “Aserejé” y la de “Yo tengo un tallarín…”. Aunque para hablar teníamos el mismo problema que en Nashik (no saben inglés) al final siempre hay comunicación. Hemos acabado la jornada rendidas. Al día siguiente tocaba misa en gujarati (el idioma del estado de Gujarat).
(21/07) La misa en gujarati ha sido corta y ha merecido la pena: todos los niños y niñas (ellas a la izquierda, ellos a la derecha) con sus uniformes y bien guap@s. La Iglesia no tiene bancos, así que nos sentamos en el suelo. Luego fuimos con Sister Casian a ver la escuela. Primero la de los más pequeños, el “Kindergarden”, con unos “mocos” guapísimos que en cuanto nos veían aparecer por la puerta se ponían de pie, y saludaban a la Sister entonando un “Good morning sister”. Se quedaban calladitos, mirándonos con curiosidad pero cara de susto.
Nos ha llamado la atención que apenas hay presencia de ONGs, las mayores labores sociales y humanitarias son llevadas a cabo por la Iglesia. Yo también me sorprendo, pero es así. Bueno, sí que hay que decir que había unos ordenadores donados o comprados por Manos Unidas, ONG que ya he escuchado mencionar en varias ocasiones como colaboradora en los proyectos sociales de la RMIs (Religiosas de María Inmaculada).
Luego hemos ido a ver la escuela superior, donde estudian los mayores, y su director, un hombre muy cercano y dispuesto, además de enseñarnos todo el colegio, clase por clase, nos ha estado contando cosas acerca de la India, de cómo es el sistema educativo y cómo ha mejorado mucho la igualdad en cuanto a posibilidad de acceso a la enseñanza para las niñas, y otros temas de la sociedad india. Era un señor muy expresivo, y en el corto rato que hemos estado hablando con él, nos ha transmitido su preocupación por encontrar financiación para su escuela, cómo aprecia y tiene siempre presente quién ayudó y ayuda (personas, instituciones, asociaciones caritativas…) en su proyecto, su verdadera vocación por la enseñanza, y su fe católica. Una persona admirable.
Después de comer hemos ido los las Hermanas a dos pueblos. La gente nos acoge de una forma increíble, como ya he contado, son muy hospitalarios y para ellos una visita, sobre todo si es de unas monjas con 5 cooperantes europeas, es algo importante. Por eso quieren causar buena impresión, y ofrecen té, pastas o cualquier cosa que tengan, a veces enseñan fotos (sobre todo de las bodas y de la familia)… Los niños al principio siempre parece que tienen un poco de miedo o vergüenza, pero al final siempre les puede la curiosidad y se nos acercan, respondiendo a nuestras sonrisas.
El hecho de visitar los pueblos es algo completamente diferente a lo que tenemos vemos y vivimos en Regina Pacis, esta es otra india: más auténtica, más primitiva, tradicional. Podemos ver cómo se vivía hace 100 años, pues poco ha cambiado (el tendido eléctrico, alguna moto y coche, y TV en algunas casas), pero los animales campan a sus anchas: vacas, búfalos, gallinas, perros…los niños van descalzos, las casas son de barro, todas las mujeres visten “sari”, no hablan inglés…
Mañana vamos a Delhi en tren, un viaje de 17 horas para el que estamos en “waiting list” (lista de espera) para la “sleeper class” (clase para dormir). Las Sisters están haciendo todo lo que pueden para intentar conseguirnos las camas en el tren, pero estamos en el puesto 19 o algo así… ¡No me quiero imaginar 17 horas de viaje sentada! Tenemos a todas las Hermanas de Bombay y de Gujarat rezando para que haya 19 bajas en la “sleeper class”, jaja.
(23/07) Ya estoy en Delhi tras la aventura del viaje, y bien descansada. Resulta que al final la Hermana que nos acompañó al tren habló con unos chicos que estaban en la “sleeper class” para que al menos nos dejara sentarnos allí (hasta que no fuera de noche no se bajarían las literas). Y éstos nos dejaron sentarnos encantados (si es que las Sisters tienen ojo para la buena gente, además del respeto que inspiran) y además nos ayudaron para conseguir camas. La verdad que al principio se montaron bastante lío. Estos indios son la leche. Uno de ellos nos pidió que le enseñáramos los billetes para ver cuál era nuestra situación. Pero claro, los de alrededor también querían colaborar y empezaron a debatir posibles formas de conseguir una cama. En cualquier caso nos dejaron claro que nos podíamos quedar ahí si no conseguíamos cama, más majos. Pasó el revisor e intentamos ver qué podía hacer por nosotras: esperar a la siguiente estación, nos dijo, que allí preguntaría a no sé quién. Los hombres con los que nos había dejado sentadas la Sister no se contentaron con la respuesta del revisor y empezaron a hacer gestiones. Al debate por cómo conseguirnos cama ya se habían unido unos cuantos más que estaban sentados cerca (no sabemos si por ayudar o por quitarnos de encima). Total, que al final conseguimos 3 camas para las 5 sobornando al revisor, y aun así nos salieron bien de precio, jaja. María Y Bea durmieron en una litera, Karen y Gabi en otra, y yo con las maletas en la restante. Parece ser que yo soy la que mejor he dormido (los tapones y en antifaz ayudan mucho).
Hemos llegado a Delhi a las 10.30h de la mañana, y allí nos esperaba Sister Meena que nos ha llevado a la casa de las RMIs. Después de comer hemos ido de turismo, con dos chicas de la residencia que se han ofrecido a acompañarnos (son dos chicas a las que por sorteo les ha tocado un viaje a España para la JMJ –Jornada Mundial de la Juventud, a la que acuden jóvenes de todo el mundo a ver al Papa-). Hemos montado en metro ¡y qué metro!. Sólo tiene 6 años, vamos, nuevísimo, muy limpio, y con aire acondicionado (lo nunca visto en el transporte público indio). Hemos visitado el Red Fort (Fortaleza Roja) y una mezquita (aunque esta por fuera ya que nos querían hacer pagar por entrar, además de ponernos unas ridículas capas de flores, y eso que yo iba bien tapadita).
La experiencia que voy a contar a continuación me avergüenza un poco, pero creo que tengo que tengo que publicarlo, para que no se deje de conocer esta realidad de la India: Por un lado están los “auto-rickshaw”s, que como ya expliqué son motos de 3 ruedas cubiertas, con un banquito detrás, y por otro lado, los auténticos “rickshaw”s, los que son una bici, pedaleada por un hombre. Dicho así puede parecer que no es algo tan escandalizador, pero sí lo es. Teniendo en cuanto el tráfico de una cuidad como Delhi, las cuestas, los coches, los camiones, y que un “rickshaw” de estos puede llevar hasta 4 personas, el esfuerzo físico del conductor es tremendo. Pues yo he montado en uno, y no me siento orgullosa. Si hubiera sido por mí no hubiéramos montado, para eso están los “auto-rickshaw”s, que aunque contaminan, por lo menos no hacen que un hombre de 30 años parezca que tiene 40, pero las 2 chicas indias que nos acompañaban en la tarde de turismo lo organizaron así para ir de un sitio a otro. Fui más consciente del gran sufrimiento del cuerpo de aquellos hombres cuando ví entre qué conductores íbamos a elegir (quién nos daba la tarifa más baja por el trayecto que queríamos hacer): eran hombres escuálidos, con un penoso aspecto, se percibía su envejecimiento prematuro… Y más triste aún fue cuando dos de ellos casi se pegaron porque uno había acordado llevarnos hasta la mezquita por 60 rupias, pero entonces apareció otro que habló con las chicas indias y dijo que nos llevaría por 50. No dije nada porque no quería tampoco ofender a las dos chicas que nos acompañaban. Este fue el primer trayecto en “rickshaw” pedaleado por un hombre, que me pilló por sorpresa. Al segundo, no pude más, y en vez de las 50 rupias que habíamos acordado con el hombre por el viaje, le di 100 (1€ y 40 céntimos aprox., de risa), intentando limpiar mi conciencia, después de haber sentido su fatiga pedaleando cuesta arriba cargando con el peso de nosotras 3 (María, una de las chicas y yo), el estrés de los coches que le pitaban porque querían adelantar al lento triciclo. La satisfacción del señor (porque era un señor…) no pudo ser mayor, nos dio la mano a la chica india (pensando que ella tendría algo que ver en esa generosa propina) y a mí. Para para más inri, yo iba montada en la parte de atrás, de espaldas, es decir, que veía todo el tráfico que nos seguía, y las caras de otros pedaleadores de “rickshaw”s, secándose el sudor con pañuelos, mirándome, cansados pero siempre curiosos ante una “blanquita”, y yo ahí, tan cómoda…Me sentí fatal y tuve que apartarles la mirada, para no sentir más el dolor en sus caras, y para que ellos no vieran las lágrimas cayendo por la mía.
En contraste con lo que acabo de contar, al día siguiente vino la visita al Taj Mahal, en Agra, una maravilla. Fuimos en una furgoneta muy espaciosa y con aire acondicionado. Tengo que decir que este “tour” nos lo organizaron las RMIs de la casa de Delhi, nosotras habríamos buscado algo más modesto y barato, pero ante la falta de conocimiento, ellas nos dijeron a qué hora pasarían a buscarnos, y el precio de la excursión. Comimos en un buffet de 5 estrellas con un americano que había contratado a la misma empresa para la visita al “Taj”. Venía sólo porque estaba en Delhi por negocios pero quería viajar. Después de comer (el “Taj” lo habíamos visto por la mañana), fuimos a ver el “Agra Fort”, una fortaleza con palacios de estilo árabe. Sobre las 5 emprendimos el viaje de vuelta a Delhi, el que duró casi 5 horas.
El último día en Delhi, que fue sólo por la mañana, lo dedicamos a hacer un poco más de turismo, visitando la Puerta de la India (un arco enorme) y el Parlamento. Después de comer volaríamos de vuelta a Bombay. Como anécdota: cuando ya teníamos los billetes para embarcar nuestro avión, la policía del aeropuerto empezó a indicar a todo el mundo que se dirigieran a la puerta número 8. Fuimos allí, confundidas, y luego escuchamos por megafonía que se trataba de una situación de emergencia. Yo, la verdad, me asusté. Me dije, “Ya está, un aviso de bomba. ¡Dios no quiero morir tan joven!”, jaja. Estuvimos esperando un rato, nos sentamos en el suelo, las chicas se pusieron a jugar a las cartas, pero yo me di una vueltita a ver si me enteraba de algo. Cuando ví a militares buscando en las papeleras y entre las macetas se me hizo un nudo en el estómago. No entendía porqué todo el mundo estaba tan tranquilo. Al de unos minutos, todo volvió a la normalidad y pudimos embarcar. La megafonía me aclaró “it was an exercise” (era un ejercicio, un simulacro). Pues vaya gracia.
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