7/07/2011
Ayer, nada más salir del avión, después de un vuelo de casi 9 horas con el típico frío de los aviones, lo primero que me sorprendió fue el calor húmedo del ambiente. Ya lo sabía, pero hasta que no lo sientes… Cuando salí por las “Arrivals” del aeropuerto cargada con mis dos maletas, buscando con la mirada a alguna monja o cartel que pusiera “Regina Pacis”, no vi a nadie. Estuve un rato que se me hizo eterno dando vueltas con no sé qué cara leyendo las decenas de carteles que portaban los indios que allí esperaban a “Mr. Jones” o recogían turistas para llevarlos a hoteles. Al de un rato, un trabajador del aeropuerto que me vería perdida me preguntó a qué hotel iba, y le contesté que esperaba a unas monjas de Regina Pacis. “Sisters…over there”, y me condujo hasta Sister Luisa, y con ella estaban Gabriela y María, dos cooperantes madrileñas. Me ayudaron con las maletas y de camino pillamos una tormenta monzónica. Cuando lleguamos a Regina Pacis me habían dejado unos sándwiches para cenar y agua, con la que aproveché para tomarme el Lariam, la pastilla para la malaria.
En total somos 5 cooperantes españolas, todas madrileñas menos yo: María, Beatriz y Karen duermen en una habitación, y Gabriela y yo en otra, con 2 estudiantes bombaitianas. Tengo el ventilador justo encima, lo cual está bien para aliviar el calor pero por otro lado me ha dado dolor de garganta. La cama es bastante dura, y la almohada casi plana, pero bueno, a estas cosas también he venido. Aun así, he dormido mucho y bastante bien.
Las chicas me dijeron que normalmente el primer día no se trabaja y de hecho, se suele dormir casi todo el día porque el cuerpo está aclimatándose. He bajado a desayunar: té, plátanos y pan con mantequilla. El desayuno se hace en el comedor grande, con las más mayores. Luego hemos ido a echar un vistazo a las habitaciones de las niñas, para comprobar que han limpiado y dejado todo ordenado: cada día de la semana es tarea de una. Por allí ha aparecido Sister Margaret, con sus más de 70 años, que habla perfectamente español, me ha dado la bienvenida, y me ha dicho que me fuera a descansar. He vuelto a la habitación y allí he dormido hasta las 12,15. A las 12,30h, hora de comer: ¡tortilla de patata! Mis compañeras estaban eufóricas, se nota que yo acabo de llegar. Era un plato especial para nosotras, las cooperantes españolas, porque por mucho que hemos insistido ellas no han querido comer.
Hasta las 17,00h, la hora del té con las hermanas, teníamos libre, y mis compañeras suelen echarse la siesta. Yo también la he dormido porque hoy he estado realmente cansada. No sé si habrá sido por el Lariam, la pastilla contra la malaria que tan mala fama tiene, pero he tenido una pesadilla muy fea. A la hora del té les he dado a las hermanas el regalo de Bilbao que les he traido: jamón del bueno, salchichón y un platito de porcelana “souvenir” de Bilbao.
Después ya he pasado a la acción: he estado con las niñas ayudándoles con sus deberes. La verdad que al ser el primer día no sabía bien quién necesita más ayuda, porque algunas te piden que te pongas con ellas y resulta que lo entienden todo.
Ayer, nada más salir del avión, después de un vuelo de casi 9 horas con el típico frío de los aviones, lo primero que me sorprendió fue el calor húmedo del ambiente. Ya lo sabía, pero hasta que no lo sientes… Cuando salí por las “Arrivals” del aeropuerto cargada con mis dos maletas, buscando con la mirada a alguna monja o cartel que pusiera “Regina Pacis”, no vi a nadie. Estuve un rato que se me hizo eterno dando vueltas con no sé qué cara leyendo las decenas de carteles que portaban los indios que allí esperaban a “Mr. Jones” o recogían turistas para llevarlos a hoteles. Al de un rato, un trabajador del aeropuerto que me vería perdida me preguntó a qué hotel iba, y le contesté que esperaba a unas monjas de Regina Pacis. “Sisters…over there”, y me condujo hasta Sister Luisa, y con ella estaban Gabriela y María, dos cooperantes madrileñas. Me ayudaron con las maletas y de camino pillamos una tormenta monzónica. Cuando lleguamos a Regina Pacis me habían dejado unos sándwiches para cenar y agua, con la que aproveché para tomarme el Lariam, la pastilla para la malaria.
En total somos 5 cooperantes españolas, todas madrileñas menos yo: María, Beatriz y Karen duermen en una habitación, y Gabriela y yo en otra, con 2 estudiantes bombaitianas. Tengo el ventilador justo encima, lo cual está bien para aliviar el calor pero por otro lado me ha dado dolor de garganta. La cama es bastante dura, y la almohada casi plana, pero bueno, a estas cosas también he venido. Aun así, he dormido mucho y bastante bien.
Las chicas me dijeron que normalmente el primer día no se trabaja y de hecho, se suele dormir casi todo el día porque el cuerpo está aclimatándose. He bajado a desayunar: té, plátanos y pan con mantequilla. El desayuno se hace en el comedor grande, con las más mayores. Luego hemos ido a echar un vistazo a las habitaciones de las niñas, para comprobar que han limpiado y dejado todo ordenado: cada día de la semana es tarea de una. Por allí ha aparecido Sister Margaret, con sus más de 70 años, que habla perfectamente español, me ha dado la bienvenida, y me ha dicho que me fuera a descansar. He vuelto a la habitación y allí he dormido hasta las 12,15. A las 12,30h, hora de comer: ¡tortilla de patata! Mis compañeras estaban eufóricas, se nota que yo acabo de llegar. Era un plato especial para nosotras, las cooperantes españolas, porque por mucho que hemos insistido ellas no han querido comer.
Hasta las 17,00h, la hora del té con las hermanas, teníamos libre, y mis compañeras suelen echarse la siesta. Yo también la he dormido porque hoy he estado realmente cansada. No sé si habrá sido por el Lariam, la pastilla contra la malaria que tan mala fama tiene, pero he tenido una pesadilla muy fea. A la hora del té les he dado a las hermanas el regalo de Bilbao que les he traido: jamón del bueno, salchichón y un platito de porcelana “souvenir” de Bilbao.
Después ya he pasado a la acción: he estado con las niñas ayudándoles con sus deberes. La verdad que al ser el primer día no sabía bien quién necesita más ayuda, porque algunas te piden que te pongas con ellas y resulta que lo entienden todo.
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